Bésame mucho

Martes por la tarde, la noche poco a poco se instala en los rincones del salón, curioseo la biblioteca que en un arrebato pandémico ordené por colores.  Leo los lomos de los libros en busca de una palabra inspiradora, un título, una temática para arrancar esta columna.  Me detengo en “El beso que no te di” de Marta Salas, poemario, pequeño formato, quizás un regalo recibido de alguien que ya no recuerdo. Hojeo sus páginas, una dedicatoria no dirigida a mí y dos mensajes esperando a ser descubiertos. Ahora me acuerdo, un libro de segunda mano con sus tesoros ocultos, una nota manuscrita con un “¿quién te quiere a ti?” y un mensaje mecanografiado que dicta “Happy birthday sweetheart!”.


Apuntes que me llevan al pasado sábado, 13 de abril. En estos tiempos, en los que cada día del calendario está dedicado a una celebración, esa fecha es la del “Día Internacional del Beso”.


Los besos, al igual que los abrazos, son seguramente para muchas personas, una de las formas más placenteras de comunicación y sin duda de las más íntimas. Más allá de lo que ambos conllevan en cuanto al significado de la relación, contribuyen al buen estado de nuestra salud. Besos y abrazos activan la circulación sanguínea, ayudan a liberar oxitocinas y endorfinas por lo que incrementan nuestro nivel de bienestar y reducen la probabilidad de estados depresivos. ¿Más beneficios? Tras cada beso quemamos veinticuatro calorías y activamos cerca de treinta músculos más allá de la frontera de nuestros labios.


De acuerdo con Virginia Satir, psicoterapeuta familiar, asegura que se necesitan 4 al día para sobrevivir, 8 como mantenimiento y 12 para el crecimiento personal. Amantes de los números y las estadísticas, ¡Pónganse a contar!


El beso es una icónica escultura de Rodin, un magnífico cuadro de Klimt, el título de canciones de ritmos diversos y ha estado presente en la literatura desde 1.500 a.C. El beso es también física y química y, por supuesto, una suerte de diálogo. Un código universal que entienden la mayoría de las tribus del planeta.


El lenguaje corporal, habla más fuerte y de manera más genuina que las palabras. Es una de las formas de comunicación más eficaces y más contundentes que hay. De forma consciente e inconsciente emitimos señales que son la manifestación de nuestros procesos mentales. Lo físico, lo emocional y lo mental se interrelacionan constantemente y un estado de coherencia entre estas tres inteligencias demostrará congruencia. Es decir, cuando todos nuestros canales de expresión transmiten el mismo mensaje estamos ante una comunicación excelente.


La armonía entre lo que sentimos y pensamos con lo que expresamos verbal y corporalmente aporta una mayor credibilidad y, por lo tanto, es clave para el éxito de nuestras relaciones.


Besos grandes y pequeños, mimosos y apasionados, de consuelo, de disculpa, de alegría. Besos en la frente para protegernos, al aire como las amigas de la abuela, en la mejilla por cumplido, en el cuello por intimidad o en los labios por amor.


Todo lo que dice y todo lo que guarda un beso. Como bien compartía Pablo Neruda “te diré con un beso todo lo que he callado”.

Bésame mucho

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